miércoles, 23 de septiembre de 2009

Bloque 2: No tan nuestras.

No tan nuestras

Ficha técnica y artística.

Origen y año: Argentina, 2005
Duración: 73 minutos
Producción: Corta la bocha cine
Guión: Ramiro Longo
Fotografía: Julio Roldán.
Entrevistas: Ramiro Longo y Leonel Pazos Scioli
Montaje: Ramiro Longo y Martín Infihar
Música original: Braulio D´aguirre
Producción: Ramiro Longo, Martín Inihar y Pablo Grandinetti



Cualquier tipo de intercambio que comienza con un no pone una distancia, plantea un enfrentamiento, fija una posición de quien ha pronunciado la negativa frente al resto. Pero el no del que estamos hablando es mucho más fuerte, es el inicio de una frase altamente provocadora. “No tan nuestras”, dicho respecto de las islas Malvinas es una afirmación que no se oye muy a menudo en público, ya que implica un posicionamiento contrario al de la inercia social, al de los medios de comunicación, al de la Historia, al de la política. Decir en la Argentina que las Islas Malvinas no son tan nuestras, es asumir un riesgo importante, porque Malvinas es en varios sentidos un tema tabú en nuestra sociedad: lo es respecto de la vida posterior de los ex combatientes, de la forma en que la sociedad los asumió y también lo es respecto de una discusión abierta, ya que en general lo único que puede ser dicho con total libertad es que las Malvinas son Argentinas.
El propio director dice en una entrevista: “[…] la ambigüedad del título de este documental se transforma en una alternativa, en una posible opción, en un disparador frente a las múltiples miradas sobre ese pedazo de tierra definitivamente robado por el gobierno británico y muy poco defendido por el pueblo argentino”[1]
Pero No tan nuestras, luego de presentarse con un título tan perturbador e inquietante, elige recorrer un camino mucho más interesante que el de la provocación o la denuncia. Es una película conmovedora e inteligente que invita más a pensarnos que a posicionarnos.
En principio tenemos la sensación que la película de Longo es solamente un documental construido en base a un único testimonio, el del soldado ex combatiente Sergio Delgado, que desgrana su experiencia, y la marca que dejó en su vida esa experiencia bélica en Malvinas. Pero la película es mucho más que eso, el director ha recogido el testimonio y ha seleccionado los momentos más importantes, pero además ha realizado una búsqueda y una selección de imágenes y audios de archivo que le permite reconstruir una época y muchos de los discursos sociales que le son propios.
Así, descubrimos que No tan nuestras tiene un doble objetivo: transmitir la experiencia humana de la guerra de Malvinas, para lo cual el testimonio de Sergio Delgado es el camino exacto; y contraponer esa experiencia humana con otra serie de discursos que recorrieron o recorren la sociedad argentina.

El inicio de la película es inquietante, la cámara se mueve sobre un planisferio y se detiene en las Islas Malvinas, la imagen es de un tono sepia, un iris se cierra sobre el dibujo de las islas y borra los bordes del cuadro, remitiendo a una foto antigua. La imagen borrosa late y la banda sonora, un ruido fantasmal, cobra presencia. Malvinas como un fantasma.
Se sobreimprimen frases que sintetizan la historia del conflicto, el final es el de las cifras de muertos por la guerra: 649 bajas argentinas y más de 350 suicidios posteriores.

¿Quién brinda el testimonio?

Sergio Delgado es el narrador ideal para transmitir la experiencia humana de la guerra de Malvinas. Su lenguaje es el de un chico de barrio, rápido e inteligente, sin muchos más recursos que los de su experiencia. Sus palabras son sencillas, son las que emplea una persona que está intentando contar algo que le ha sucedido, no construyen un discurso de tono ideológico ni político. Su mirada es transparente todo el tiempo, sus gestos son absolutamente cordiales y naturales. Su cuerpo frente a la cámara transmite sensación de tranquilidad, de no ocultar nada. Es simpático y tiene humor. Sergio Delgado habla frente a cámara y nosotros bajamos todas las barreras y nos entregamos a su testimonio.

Sergio es un antihéroe, su imagen y sus palabras nunca lo colocan en un lugar de admiración; en todo momento cuenta sus miedos, su llanto, sus dolores; se pone en ridículo, sale de situaciones tensas con chistes, remite su experiencia a imágenes simpáticas y conocidas, como los tres chiflados o la pantera rosa. Vemos el dobladillo roto de su sobretodo y su relación con el calesitero.
Sergio cuenta, casi sin interpretar lo sucedido, no plantea ninguna denuncia discursiva contra el Ejercito Argentino, pero cuenta cómo en su primer día en las islas, yendo a marcha forzada hacia Monte Longdon, un oficial le pegó porque dejó caer su bolso, cuenta cómo lloró; cuenta que su arma nunca funcionó; que no tenían comida, que la principal actividad durante meses fue conseguirse el alimento, caminando kilómetros para poder “robar” algo de lo que estaba acumulado en Puerto Argentino; cuenta de la incapacidad que se tuvo para poder leer lo que un radar mostraba; de la soledad, casi abandono, en la que estuvieron los soldados todo el tiempo; pero sus experiencias nunca son una conclusión, nunca enuncia una sentencia. Solo le escuchamos contar lo que a él pasó.
Y algo aún más sorprendente, su relato nunca destila odio; en un momento, a raíz de una pregunta que nosotros no escuchamos, y que seguramente refería al trato de la oficialidad, Sergio dice que ahí cada uno se comportó como lo que era, algunos se comportaron bien y otros no.
Lo primero que aparece claro en sus palabras es que era apenas un adolescente, que no sabía muy bien por qué, ni para qué estaba ahí.
Nada se nos dice de Sergio más allá de Malvinas, sólo los antecedentes cercanos a la participación en la guerra y las consecuencias más directas, las físicas. Más allá de eso no sabemos nada, hay fotos de una mujer y de una nena, pero nunca se dice nada de su vida más allá de la experiencia Malvinas.

Más allá del testimonio: el director y nosotros.

Pero No tan nuestras no es sólo Sergio Delgado, no es solamente la experiencia humana de la guerra, si fuese solo eso podría conmovernos, hacernos llorar, indignarnos contra la guerra como actividad humana. Pero la intención de Longo es otra, es hacernos pensar sobre nosotros como sociedad, sobre nuestro vínculo con las Malvinas; sobre la importancia de las Islas en nuestra vida cotidiana; sobre los discursos mediáticos que recorrieron y recorren la sociedad en torno del problema Malvinas.
¿Qué sucede cuando la experiencia individual de la guerra de Malvinas se confronta con los discursos sociales sobre la guerra? ¿Qué nos genera?
Luego de la apertura sobre el mapa de las islas, con las frases introductorias sobreimpresas borrándose, y antes de que veamos o escuchemos a Sergio, una voz en off se deja oír: “La Historia de la Argentina se hizo siempre así. Con el sacrificio de sus mejores hijos.” No se identifica la voz, tal vez sea la de Galtieri, pero no estamos seguros, el anonimato no hace más que reforzar lo que oímos, esa máxima macabra no se refiere sólo a un acontecimiento de nuestra historia sino a toda ella.
Pero la no identificación tiene otras resonancias, Longo hace que esa frase no esté respaldada por un cuerpo, que nadie se exponga para sostenerla, lo contrario de lo que ocurre con Delgado que sí sostiene sus palabras con su presencia.

El relato de la película está guiado por el testimonio de Sergio, que se despliega cronológicamente, pero la imagen tiene otro recorridos, se va de Sergio hacia imágenes de archivo que muestran actores políticos; actos populares; programas televisivos; propagandas; imágenes de la guerra; lo otro que sucedía más allá de la experiencia de Sergio.

Así, vemos la Plaza de Mayo llena celebrando la recuperación de las islas y a Galtieri hablando desde el balcón de la casa Rosada. Escuchamos voces de gente anónima declarar ante los micrófonos la alegría por haber echado a “los piratas”. Vemos a políticos, empresarios y militares en la ceremonia de asunción del General Menéndez como Gobernador de las Islas. Galtieri nuevamente, desafiando a los ingleses a que vengan, frente a una plaza atestada de gente. La imagen vuelve a Sergio que dice que Malvinas le cambió la vida, fueron un año de colimba, tres meses de guerra y muchos años de recuperación.
Las voces de Nicolás Kazansew y José Gomez Fuentes siguen repitiendo los discursos triunfalistas y la publicidad nos convoca: “Argentinos a vencer”, mientras Galtieri vuelve sobre la idea madre: “si la bandera celeste y blanca es arriada será porque no queda ningún argentino vivo en las islas”.

Sergio cuenta de las caminatas por comida; las bondiolas; el pozo en el que vivía; el sonido de las bombas; el cotidiano poco heroico de la guerra; el acostumbramiento a todo. Y las frases huecas se hacen más pesadas.
Las imágenes del Papa nos anuncian el final. Pinki y Cacho Fontana conducen 24 horas por Malvinas y dan lugar a voces de padres y madres orgullosas y emocionadas. El General Menéndez dice: “No miremos con quién nos enfrentamos, lo que importa es la voluntad de vencer”, mientras vemos a Margaret Thatcher junto a Ronald Reagan. Sergio nos cuenta la noche del 10 de Junio, cuando la guerra se le metió en su cuerpo para dejarle marcas y una bayoneta le quietó la vida al cuerpo que tenía pegado al de él, el de su amigo. Aún resuenan en nuestros oídos las frases anteriores al testimonio de Sergio, sobre todo una, que decía: “Como madre me siento muy orgullosa de tener a mi hijo allí.”

Pero no todas son imágenes de archivos televisivos, Malvinas tiene su presencia en el presente de la filmación de la película. Una serie de vitrinas referidas a la Guerra de Malvinas, dentro del Museo Julio Argentino Roca, en el Interior de las instalaciones del Regimiento 7, en la localidad de Arana, en los confines de la ciudad de La Plata.


¿Quiénes son los otros? Vínculos y diferencias.

El 11 de Junio de 1982, durante la Batalla de Monte Longdon Sergio Delgado es herido por una granada y es tomado prisionero. Por primera vez los ingleses aparecen en su relato, y su presencia actúa como un otro que obliga a la reflexión. Sergio dice: “Pero muy humanos los tipos, por sobre todas las cosas muy humanos. De hecho todo lo que te cuento, mi vida depende mucho de ellos también, a pesar de que me quisieron matar. Les debo la vida a ellos también. Ellos me recogieron como herido, ellos me llevaron, entendés, ellos me curaron. Me quisieron matar pero después como que se hicieron cargo. Me llevaron, me curaron, me atendieron. Por eso me gustó lo que dijiste vos recién de que si las cosas hubiesen sido al revés. No se qué hubiésemos hecho nosotros.” De nuevo sus palabras suenan carentes de odios. Sergio no recuerda enemigos, recuerda gente y sus conductas. Gente con la que más allá de las diferencias lingüísticas se podía entender gracias a otros vínculos culturales; el rock aparece como un puente, Queen, Led Zeppelín, Deep Purple, funcionaron como palabras clave entre el herido argentino y los tripulantes británicos del buque hospital Uganda. El rock como experiencia común, como vínculo generacional que permite el lazo más allá de las distancias. Muchos años después comenzaríamos a repetir un concepto comodín, globalización; en Junio de 1982, en el pacífico sur, Sergio podía experimentar parte del significado de esa idea.

Resulta paradójico que aquello que en la Argentina estaba prohibido difundir, el rock en ingles, es uno de los rasgos de identidad de un soldado que ha combatido defendiendo las posiciones argentinas. Más paradójico aún es que el conflicto bélico diera carta de respetabilidad cultural y social al rock nacional, hijo del rock angloparlante, que hasta el 1 de Abril fue uno de los blancos de crítica y persecución del régimen militar, en tanto elemento de identidad cultural de adolescentes y jóvenes.
El contacto con los ingleses se cierra con el recuerdo de un último episodio, el de la sábana, que suma más argumentos a una pregunta que sobrevuela el testimonio: ¿de quién estoy más cerca?


Un final en el inicio

Salvo en una escena, en la plazoleta de homenaje a los combatientes de Malvinas en Lanús, no hay intervención del entrevistador, lo que oímos es siempre el relato de Sergio Delgado, sin las preguntas que orientan sus palabras. Pero llegados al final se produce el diálogo, y Ramiro Longo hace una pregunta clave: “¿Volverías a Malvinas si… con esa mentalidad… hubiera una guerra?”. Delgado contesta sin titubear: “No… para nada, no me interesa, con ese fin, no. Volvería porque estuve ahí, para visitar la tumba de los caídos, por una cuestión de respeto. De combatir… con nadie”. El testimonio de Sergio no deja dudas acerca de la distancia respecto de los discursos exitistas, patrioteros, que entienden la nación solo como un conjunto de símbolos vacíos, discursos que piden sangre, inmolación. El relato de Delgado y la edición de Longo se articulan para preguntarnos cómo hacer para que Malvinas no sea un símbolo unánime y hueco, similar a la selección de fútbol en cada mundial, sino una construcción real, cotidiana, de la que la sociedad pueda hacerse cargo.

Y en el final volvemos al principio. La película termina y uno vuelve sobre las frases sobreimpresas en el inicio, sobre los números, “…350 suicidios desde el final de la guerra hasta la actualidad”, ¿qué pasó con esa plaza llena que festejaba la recuperación de las Malvinas?, ¿dónde quedó, después de la derrota, la algarabía que la guerra despertó?, ¿cómo nos hicimos cargo de los adolescentes que mandamos a la guerra?, ¿cómo asumimos, en tanto sociedad, nuestras decisiones y responsabilidades? Trescientos cincuenta ex combatientes que se suicidaron hablan de cierto abandono, de falta de interés, de gente que cargó con una decisión de la sociedad y después tuvo que arreglárselas sola. No tan nuestras, más que repetir denuncias conocidas, nos denuncia.
Ramiro Longo pone nuestra atención sobre un lugar poco frecuentado, se corre de la afirmación soberana; de las denuncias de traición, y mira hacia otro lado, uno en el que aparecemos todos, y se pregunta y nos pregunta no sólo acerca de Malvinas, nos pregunta acerca de nuestro funcionamiento como sociedad, acerca de nuestra Historia, de aquello que permanece y se repite.

Acerca del director


Ramiro Longo nació en Marzo de 1977 en la Ciudad de Buenos Aires. En 1999 egresa de la carrera de Dirección y producción de Cine y Televisión, ha realizado varios cortometrajes, entre ellos “Vamos ganando”, corto de ficción premiado en una docena de festivales nacionales e internacionales. Es Co fundador del espacio cine independiente (www.cineindependiente.com.ar)

Filmografía

"No tan nuestras" (2004). Largometraje documental"Vamos ganando" (2000). Cortometraje"No descansarás" (1999). Videoclip"Año nuevo (Vida nueva)" (1999). Cortometraje"Mujeres (12 razones)" (1998). Cortometraje


Algunos apuntes acerca del cine documental

El sentido común generado desde los medios de comunicación coloca al cine documental en un lugar muy cercano al del noticiero de televisión, quizás como un desprendimiento del noticiero que cuenta con mucho más tiempo para profundizar. Pero sea como sea, la idea generalizada es que tanto las imágenes de los documentales como la de los informativos de TV son: objetivas. Algunas definiciones del diccionario suman a esta idea Documental: "Que se funda en documentos, o se refiere a ellos // Dícese de las películas de cine que representan, con propósito meramente informativo, hechos, paisajes, experimentos, etc."
Así creemos que el documental es lo que pasan por Discovery, History Chanel, Animal Planet o Canal A. Películas que tienen como objetivo único ser claras, transparentes, a veces hasta el aburrimiento. La TV nos ha habituado a dos o tres formatos de documentales, a saber: 1) Película histórica donde una voz en off lee la clase que un profesor de historia ha escrito mientras vemos imágenes de archivo que ilustran lo que escuchamos, en algunos casos tienen insertos de autoridades sobre el tema que profundizan brevemente sobre la cuestión; 2) Películas de lo exótico: lugares, sociedades, animales, viajes, o sea imágenes que, por lejanas del cotidiano de nuestras miradas, se transforman en interesantes; 3) Películas de personajes, biográficas, en las que nos enteramos del costado oscuro y secreto del famoso.

Pero la historia del cine documental es otra y muy rica. En 1926 John Grierson, cineasta ingles, lo definió como “un tratamiento creativo de la realidad”. Un claro cruce entre la subjetividad y lo real. Imágenes tomadas de la realidad que necesitaban un tratamiento creativo del director para poder generar una mirada que nos permita ver más allá de lo aparente, más allá de las maraña de discursos ideológicos que ocultan lo real.
Tratamiento creativo podría ser tomado como un eufemismo de manipulación del material tomado de la realidad, como el producto estético de la subjetividad del artista frente a la realidad. También es interesante aclarar que no existe ninguna imagen de la realidad que sea objetiva, porque toda imagen que se toma, sea analógica, electrónica o digital, implica una serie de elecciones (lente, distancia, encuadre) que generan un recorte de la realidad que es siempre subjetivo.
No tan nuestras es un buen ejemplo de este proceso. Longo tiene el registro de las entrevistas con Delgado y el material de archivo de la época; con esos elementos construye un discurso, nos transmite unas inquietudes sobre Malvinas, que no están en ninguno de los materiales que usa sino en el recorte que él ha hecho y en la relación que ha establecido entre esos fragmentos. Nada más alejado de la objetividad, No tan nuestras es un documental que expresa la mirada subjetiva de su director y probablemente del grupo de gente que la realizó.
Actualmente ha comenzado a utilizarse la idea de “cine de no ficción” como forma de despejar la involuntaria carga de “objetividad” que la idea documental porta. El cine de no ficción contemporáneo es tal vez el más genuino cine independiente, fundamentalmente por ser un espacio de búsqueda y de experimentación tanto en lo formal como en lo expresivo, tanto en el cómo filmar, como en el qué decir. Hay muchos directores y películas de no ficción que merecen el esfuerzo de ser buscadas, porque nos brindan miradas muy ricas, inteligentes y creativas sobre distintas problemáticas actuales. Las películas de Andres Di Tella, Fotografías (Argentina, 2007) y La televisión y yo (Argentina, 2003), en las que preguntándose sobre su historia familiar el director termina repensando la historia argentina; Nieblas de guerra (EE.UU.; 2003) de Errol Morris, un hipnótico reportaje a Robert McNamara, secretario de Estado Norteamericano durante los gobiernos de Kennedy y Johnson; Los espigadores y la espigadora (Francia, 2000) de Agnes Varda, una película única que comienza pensando en los desperdicios materiales de nuestra sociedad y las posibilidades del reciclaje para terminar realizando una de los más bellas e inteligentes radiografías de la sociedad moderna; En construcción (España, 2001) de José Luis Guerín, una mirada antropológica sobre un espacio, un centenario edificio en el barrio chino de Barcelona que se derriba para construir unas modernas torres; Ser y Tener (Francia, 2002) de Nicolas Philibert, una escuela rural en un pequeño pueblo frances; Los Rubios (Argentina, 2003) y Papá Ivan (Mexico- Argentina, 2000) María Ines Roqué que trabajan desde elecciones estéticas y narrativas casi antitéticas una misma realidad, la de hijos de desaparecidos y asesinados por la última dictadura militar.



Raúl Finkel


[1] Ramiro Longo, “Malvinas: Por qué “no tan nuestras”” en: Malvinas en imágenes: crónicas, testimonios y ficciones. Dossier publicado por CEPA, Ministerio de Educación, Gobierno de Buenos Aires, 2007.

Bloque 2: Los chicos de la guerra.



Los chicos de la guerra



Ficha técnica y artística.

Origen y año: Argentina, estrenada el 2 de agosto de 1984.
Duración: 100 minutos
Dirección: Bebe Kamín
Guión: Daniel Kon y Bebe Kamín, sobre el libro de Daniel Kon con la colaboración de María Teresa Ferrari
Producción ejecutiva: Kiko Tenenbaum
Fotografía: Yito Blanc
Cámara: Andrés Silvart
Montaje: Luis Mutti
Música: Luis María Serra

Intérpretes:

Gustavo Belatti como Fabián
Tina Serrano como Mirta Cárdenas (madre de Fabián)
Alfonso de Grazia como Juan Cárdenas (padre de Fabián)
Emilia Mazer como Andrea (novia de Fabián)
Gabriel Rovito como Pablo
Héctor Alterio como Augusto (padre de Pablo)
Marta González (madre de Pablo)
Ulises Dumont como Alberto (dueño del bar)
Leandro Regúnaga como Santiago



Sinopsis.

Los chicos de la guerra narra la historia de Fabián, Santiago y Pablo, tres jóvenes de diferentes clases sociales que fueron enviados a combatir a Malvinas. Alejada del género bélico y más cerca del drama testimonial, este film recorre las vivencias de esos jóvenes en las islas Malvinas, pero también, y con extensión no menor en el relato, se sumerge en el pasado de esta generación: la infancia, la rigurosa disciplina en la escuela, los amores de juventud, la relación con los padres, son algunos de las escenas que se ensamblan para representar a la argentina de los años 60 y 70, donde cobran fuerte protagonismo las prácticas autoritarias vividas por estos jóvenes antes de su experiencia bélica.

Los chicos de la guerra, una lectura:
La generación de “los chicos”


Como quedó señalado más arriba, Los chicos de la guerra relata la historia de tres muchachos que van a combatir a las islas y las posteriores transformaciones que generó esta experiencia traumática en sus vidas. Es un film que, más allá de poner en evidencia la penuria y el espanto que habían vivido los jóvenes, se anima a revisar la historia de una generación. La película está estructurada a partir de sucesivos flashbacks, siendo el presente -comienzo del film - la fecha de la derrota bélica argentina, el 14 de junio de 1982. Allí los soldados recuerdan desde su niñez hasta el momento en que son convocados para ir a la guerra. Transcurren escenas en la escuela primaria y secundaria: el respeto a los símbolos patrios desde el primer día de clase; la exigencia de un saludo “correcto” de los alumnos hacia los docentes; la rigurosa inspección del corte de pelo y la vestimenta y las normas implacables de la enseñanza, componen una representación realista del inexorable dispositivo disciplinario montado por las dictaduras a través de su sistema educativo. Si bien estos personajes se construyen a partir de lo que podríamos definir como estereotipos bien marcados que representan diferentes clases sociales, el autoritarismo será el denominador común que los acompaña desde sus primeros años de vida. Así Bebe Kamín construye a partir de un pasado marcado por sucesivas dictaduras la génesis de esta generación. Será Malvinas el hecho que trastocará esa unidad, para marcar un nuevo lazo, esta vez propio, basado en el recuerdo del combate y el sufrimiento que sólo estos jóvenes padecieron.

Pablo, Fabián y Santiago son quienes en el film representan la generación de “los chicos” de la guerra. Fabián, el personaje más desarrollado en el relato[1], es un muchacho de clase media, tiene una madre cariñosa, ama de casa y un padre trabajador. La película nos muestra su tránsito por la escuela primaria, sus amigos del barrio, la adolescencia: el grupo de estudio, el rock nacional de fondo, y su primera novia, Andrea, quien esperará su regreso de Malvinas. Como dijimos, su vida previa a la guerra está caracterizada por la presencia del autoritarismo. Hay, en este sentido, una escena que cobra relevancia y nos posiciona temporalmente en los años de la última dictadura militar: una noche Fabián sentado en la calle esperando el colectivo con un amigo es increpado por un grupo de hombres –en un procedimiento policial- vestidos de civil. Les piden los documentos, los insultan, los golpean, los amenazan y los obligan abandonar el lugar corriendo y sin mirar para atrás, en medio de una noche oscura y desértica. Cuando llega a su casa, sus padres están mirando un programa de debate en televisión, una joven con una actitud aliviada dice: “Ahora por lo menos podemos vivir en paz” y respalda la necesidad de control paterno. En tanto el locutor mirando a la cámara afirma “Se trata de pensar. Yo soy responsable como padre ¿usted sabe con quién está su hijo, qué está haciendo ahora mismo?, se lo dejo para que lo piense”. Fabián golpeado y aterrado llora ante el consuelo de su madre. El film ratifica una idea presente en la sociedad de la época: ser joven estaba asociado a ser sospechoso o peligroso, más aún, durante la dictadura el discurso que imperaba era que todo joven podía ser potencialmente un “delincuente subversivo”.
Otro de los personajes fundamentales es Pablo. Miembro de una familia acomodada, hijo de un oficial del ejército, su vida transita entre las clases de piano, los conciertos de música clásica y los días de caza junto a su padre, Augusto, quien lo instruye en el manejo de las armas. Pablo es callado, obediente y solitario. El telegrama que lo convoca a presentarse para ir a luchar a las Islas vibra sobre el piano, en tanto, su silencio se contrapone a las palabras de su padre. Ante el ofrecimiento de un colega para que Pablo se quede en el continente, Augusto reclama la incorporación de su hijo en la lista de combatientes: “Mi hijo es un soldado de la patria y su deber es defender las islas Malvinas… Si salís a la calle te vas a dar cuenta de lo que está pasando, nos hemos convertido en una Nación por primera vez. Hace 150 años que estamos esperando este momento…y le doy gracias a Dios que mi hijo sea uno de los elegidos para defender a la patria con sus armas”. Con estas palabras Augusto -Héctor Alterio- compone la idea de una Nación inconclusa, mutilada, que la recuperación de las islas vendría a completar y a ordenar. Aquí es colocado el territorio en una posición sagrada, es el suelo lo que finalmente identifica al ser argentino. Como plantea Vicente Palermo[2] la fuerza del territorialismo en los nacionalismos argentinos se puede entender en la constitución vertiginosa de un estado y un país con grupos sociales que no tenían entre sí mucho más en común –pensemos en la diversidad del origen de los inmigrantes- que el suelo que los contenía. Ni el pasado, ni la lengua, ni ninguna otra cosa les eran comunes. Podemos pensar que si el territorio fue desde un comienzo lo que dotaba de una identidad común, la causa Malvinas viene a reforzar esta idea, logra unir a todos los argentinos; recordemos sin más la plaza de mayo cubierta de gente el 2 de abril de 1982.

Ese mismo telegrama llega a la casa de Fabián, su madre en medio del llanto se pregunta por qué tienen que enviar a su hijo “que no tiene nada que ver con nada” y su padre, disimulando la angustia dice “¿querés que tu hijo sea un desertor, que no se presente y que después se tenga que andar escondiendo?” Ante las multitudes festejando la ocupación de las islas, se oculta la tensión entre dos deseos: uno individual, “salvarse” de la guerra y otro colectivo, la posible recuperación de lo perdido.
Quien encarna este último deseo desde un tono festivo – al igual que los bocinazos y banderines que plagaron las calles de Buenos Aires - es el dueño del bar donde trabaja Santiago, el tercer personaje de esta historia. En el momento en que el joven está tomando sus cosas para partir hacia la guerra. Su jefe, Alberto, embriagado de alegría lo llama héroe, canta, lo besa y lamenta el no poder ir con él: “¡Qué suerte que tenés vos pibe, que podés ir!”. Santiago es un chico correntino, trabajador y en la película sólo lo vemos en su ámbito laboral y en alguna salida nocturna. El momento de mayor desarrollo de este personaje es en Malvinas; Santiago decide desatar a un compañero que fue estaqueado por los oficiales por robar una oveja. Ante esta situación es llevado con el jefe de la compañía para dar explicaciones mientras sus compañeros afirman “Si es cierto, nos están cagando de hambre, nos tratan peor que a los enemigos”. Santiago se rebela ante el mandato, ante las órdenes, él puede comprender y aceptar las desigualdades en la sociedad, pero en el campo de batalla reclama igualdad: “acá somos todos iguales… creo que no vinimos acá para cagarnos entre nosotros”. Esta escena deja abiertos algunos interrogantes: ¿Quiénes eran realmente los enemigos para estos jóvenes? ¿Eran los ingleses, como les habían dicho, o los propios militares, que los maltrataban, les hacían pasar frío y hambre? ¿Eran los adultos que conducían la guerra?


Y es en Malvinas finalmente que estos tres personajes tienen vivencias comunes. Santiago comparte el pozo con Fabián y, junto con este último, Pablo entierra a sus compañeros muertos. Se suceden varias escenas que nos remiten a la penas y al sufrimiento en el campo de batalla. Y será el regreso al continente lo que los separará nuevamente, allí tendrán diferentes destinos. Santiago vuelve al bar y el panorama ha cambiado, entre los lamentos de su jefe por la derrota y el reconocimiento de la “locura” que significó Malvinas, Santiago mira a su reemplazo, un joven lavacopas ocupa su antiguo lugar. Ante el desamparo y la indiferencia no puede rebelarse, se emborracha y genera una pelea en un boliche bailable que culmina con su encierro en el calabozo de una comisaría. Santiago ha quedado excluido de una sociedad que lo trata con indiferencia y desprecio y que no lo contiene.
Pablo, alienado, se encierra en una habitación y comienza a disparar con un arma de su padre: la locura y el suicidio parecen otro destino para esta generación. Finalmente, Fabián representa otra salida, vuelve a su casa, todo sigue igual aunque él ha cambiado. Ese joven que fue a Malvinas trata de sumar, de crecer, como dice la canción de Baglietto: “multiplicar”, en el recital de rock, que nos muestran hacia el final del film. En este sentido, Rosana Guber plantea “… la imagen del comienzo de la película con el final de la guerra –jóvenes soldados cavando tumbas y enterrando a sus muertos (camaradas del pozo de zorro, de nacionalidad y de generación)- encierra el corazón del mensaje de Kamín: muertos o vivos, esos chicos son víctimas del Proceso y, por eso, de una guerra de las Fuerzas Armadas contra sus connacionales. Los británicos sólo proveen el escenario donde se despliega el drama argentino.”[3]

Las primeras películas en democracia

Durante los últimos años de la dictadura militar el cine argentino, aún bajo la censura, comenzó a plasmar en sus imágenes el miedo, el dolor y el encierro que se vivían en aquel entonces. Mediante un estilo metafórico, películas como La isla y Los miedos (Alejandro Doria, 1978-1980), El poder de las tinieblas (Mario Sábato, 1979) o Tiempo de revancha y Los últimos días de la víctima (Adolfo Aristarain, 1981-1982) dieron un pequeño respiro en medio de la asfixia represiva.
Es a partir de 1984 cuando el cine, con la promulgación en democracia de la ley 23.052 que cesó con la censura, comenzó a denunciar más abiertamente la represión ejercida por las Fuerzas Armadas y la violación a los derechos humanos. Aquel fue un año de numerosas producciones. La creatividad contenida durante el período anterior se redimió con una dura crítica hacia ese pasado inmediato -casi presente-. La exitosa Camila (de María Luisa Bemberg) fue el primer film en estrenarse, y le siguieron unos cuantos más, acreditados de cierto reconocimiento: La Rosales (de David Lipszyc), Asesinato en el Senado de la Nación (de Juan José Jusid), En retirada (de Juan Carlos Desanzo), Darse cuenta (de Alejandro Doria) y Cuarteles de invierno (de Lautaro Murúa). Y se agrega a este listado Los chicos de la guerra (Bebe Kamín).[4] Alejado de los recursos alegóricos característicos de lar realizaciones de la época, el film de Kamín venía a transmitir los testimonios de una dolorosa experiencia que al momento de ser narrada era empujada hacia el silencio de gran parte de la sociedad; de los militares que necesitaban alejarse de la derrota para poder facilitar la transición democrática, y de los partidos políticos que preferían tomar otros temas para sus plataformas, ya que casi todos habían apoyado la guerra. Sólo quedaban las demandas de asistencia a los ex combatientes.

La película y la memoria de la dictadura

Sobre fines de la dictadura los relatos de la reciente experiencia bélica se hicieron públicos, la censura los toleró y la sociedad estuvo dispuesta a recibirlos, los atendió con dolor y los hizo transmisibles. Como reflexiona Michel Pollak “[…] lejos de depender de la sola voluntad o de la capacidad de los testigos potenciales para reconstruir su experiencia, todo testimonio se ancla también y sobre todo en las condiciones sociales que lo vuelven comunicable, condiciones que evolucionan en el tiempo y que varían de un país a otro”[5]. El libro Los chicos de la guerra de Daniel Kon[6], en el cual se basó la película, fue uno de los primeros espacios que se instituyeron para recibir estas historias, a solo unos días de finalizada la guerra el periodista comenzó su trabajo compuesto por ocho testimonios de jóvenes que habían combatido en las Islas. Publicado en agosto de 1982 inmediatamente agotó su edición y en sólo cuatro meses se vendieron 35.000 ejemplares. Dos años después se estrenó la película de Bebe Kamin. Primero filmada en 16 mm y luego ampliada a 35 mm este film no fue ajeno al propio contexto de producción; el clima y los discursos circulantes durante los primeros pasos de la democracia apelaban a una sociedad víctima del poder dictatorial: el pueblo argentino había sido conducido a una guerra bajo la irresponsabilidad de las Fuerzas Armadas. Los jóvenes habían ido a Malvinas sin preparación, no habían tenido el equipamiento apropiado, sufrieron hambre y frío, fueron maltratados y quienes los dejaron morir fueron los mismos militares que habían torturado y desaparecido a miles de “jóvenes inocentes”.
En la adaptación del libro al film fueron dejados de lado algunos aspectos de los testimonios que no se articulaban con estos aires discursivos de la transición democrática. Es decir, en las entrevistas realizadas por el periodista, los ex combatientes, si bien son representados como individuos sometidos por las circunstancias, reivindican aspectos de su experiencia, o la describen en forma activa, cuestiones estas que no encajaban en un contexto en el que la sociedad se posicionaba como víctima: en los centros clandestinos de detención, en Malvinas, de la “guerra sucia”, en suma: de los militares[7] . Al visualizar a la sociedad como mártir y a la juventud como “víctima inocente”, se obstruía la posibilidad de apelar a la responsabilidad social sobre el pasado tanto de Malvinas como de la violación de los derechos humanos. A su vez, no sólo eran silenciados los aspectos vinculados a la militancia de los jóvenes sobrevivientes, que ya poco espacio tenían para sus recuerdos sobre la lucha política de los años 70, sino también se negaba la posibilidad para quienes fueron a la guerra de contar sus experiencias desde un punto de vista activo, que en muchos casos de esa manera era recordado.[8]

Por otro lado, estos testimonios resultaron fundantes para la identidad de los ex combatientes. Moldeada a partir de las vivencias comunes, la identidad de esos jóvenes incorporó las representaciones elaboradas por los “otros” -quienes no estuvieron en Malvinas- para negarlas en la propia narrativa identitaria: no fuimos víctimas y luchamos con orgullo para defender nuestra patria, sostenían y sostienen hoy en día muchos de los ex combatientes. En este mismo sentido fue criticada Los chicos de la guerra: “La película no nos satisface porque nos representa como estúpidos e infantiles. No éramos tan indefensos e inofensivos como nos muestran. En ese momento estábamos dispuestos a dar la vida y a matar.”[9]
Con el tiempo irrumpieron otros relatos tanto de la sociedad en general como de quienes preservaron la experiencia de la guerra en sus memorias. Desde una mirada individual o colectiva, los testimonios podrán reivindicar la “gesta”, condenar a los jefes militares responsables de la contienda, lamentar las pérdidas y, sin dudas, al momento de evocar ese pasado habrá diferencias en torno de las causas y consecuencias, pero lo que mantendrá unidos a quienes “estuvieron allí” es el esfuerzo por sostener –o crear- un espacio de legitimidad en la política argentina.

El presente de Malvinas

La película Los chicos de la guerra, parece un film inconcluso, no sólo por sus dificultades narrativas y cinematográficas, sino también porque deja en suspenso temas que cuestionaban el presente de la inmediata posdictadura: si bien expone, podríamos decir críticamente, las diferentes expresiones del nacionalismo argentino que emergen ante la posibilidad de “recuperar lo perdido”, ningún personaje cuestiona la reivindicación de la guerra, nada dice sobre esa complicidad entre los militares y el resto de la sociedad, problemáticas que, pasados más de 25 años, siguen configurando nuestro presente. Sin dudas este film resulta ser un documento interesante para interpelar ese pasado, pero también un disparador para debatir, indagar y problematizar nuestro presente.

Años después se realizaron otras películas sobre Malvinas, como por ejemplo, Los días de junio (Alberto Fischerman, 1985), El visitante (Héctor Olivera, 1999), Fuckland (José Luis Marqués, 2000), Malvinas, historia de traiciones (Jorge Denti, 1984), Locos de la bandera (Julio Cardoso, 2005), No tan nuestras (Ramiro Longo, 2005) e Iluminados por el fuego (Tristán Bauer, 2005)[10], entre otras. No obstante esta diversidad, hay una cuestión que se reitera y que mantiene en vigencia las ideas transmitidas por la producción de Kamín: pocos son los filmes que se animan a problematizar la cuestión del nacionalismo y los discursos patrióticos que hoy se siguen elaborando sobre el tema. Casi ninguno se pregunta cómo comprender y contextualizar Malvinas políticamente. El advertir el sufrimiento y sus secuelas que perduran en los ex combatientes es significativo para poder preservar al “otro”, para logar interpretar ese dolor; pero también el preguntarnos y repreguntarnos por qué Malvinas nos ayudaría a reflexionar más profundamente acerca de la sociedad en la que vivimos.







Acerca de Bebe Kamín

Filmografía:
Maestros milongueros, 2006
Contraluz, 2001
Vivir mata, 1991
Chechechela, una chica de barrio, 1986
Los chicos de la guerra, 1986
Adiós Sui Generis, 1976
El búho (no estrenada comercialmente), 1974

Bebe Kamín (nombre Bernardo Czemerinski) nació en 1943 en Buenos Aires. Estudió Ingeniería Electromecánica en la Universidad de Buenos Aires, fue responsable del cineclub de la Facultad de Ingeniería y trabajó en la Comisión Nacional de Energía Atómica. Comenzó su carrera en el cine como director de sonido. Entre los años 1969 y 1972, cumplió con esa tarea en varios films (Juan Lamaglia y Sra. de Raúl de la Torre, Paño verde de Mario David, El habilitado de Jorge Cedrón y Puntos suspensivos de Edgardo Cosarinsky, entre otros), especialmente en los de Torre Nilsson. Entre el inicio de la producción de su primer largometraje, El búho y su tardío estreno, vivó dos años en México dedicándose a la producción de documentales. Después de Adiós Sui Generis realizó el film Los chicos de la guerra, que le permitió recorrer varios festivales de cine y ganar el premio Colón de oro (ex aequo) en Huelva. Durante la segunda mitad de los años 80 y parte de los 90 tuvo varias participaciones en programas de televisión e incursionó en diferentes formatos y temas. Sin dudas, más allá de las diversas producciones que realizó, su nombre quedó siempre ligado a Los chicos de la guerra.
Samanta Salvatori.

Bibliografía
Guber, Rosana ¿Por qué Malvinas? De la causa nacional a la guerra absurda, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001.
- De chicos a veteranos. Memorias argentinas de la guerra de Malvinas, Editorial Antropofagia, Buenos Aires, 2004.
Lorenz, Federico Las guerras por Malvinas, Buenos Aires, Edhasa, 2006
Palermo Vicente Sal en las heridas. Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea, Buenos Aires, Sudamericana, 2007
Pollak Michael Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límites (Introducción Ludmila da Silva Catela), La Plata, Ediciones Al Margen, 2006.



[1] Como plantea Rosana Guber, Fabián es el personaje que el director más conoce, quizás por su pertenencia social. Rosana Guber, De chicos a veteranos. Memorias argentinas de la guerra de Malvinas, Editorial Antropofagia, Buenos Aires, 2004.
[2] Vicente Palermo, Sal en las heridas. Las Malvinas en la Argentina contemporánea. Buenos Aires, Sudamericana, 2007, pág. 20.
[3] Rosana Guber, ibid., pág. 88.
[4] En relación a nuestro tema, Jorge Denti dirigió Malvinas, historia de traiciones, un film que fue encargado por canal 7, por entonces ATC, pero este último impidió su estreno por desacuerdos con el discurso que Denti transmitía. Recién el 2 de abril de 2008, después de muchos años, esta película logró estrenarse en canal 7.
[5] Pollak Michael, Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límites, La Plata, Ediciones Al Margen, pág. 56.
[6] Daniel Kon. Los chicos de la guerra. Hablan los soldados que estuvieron en Malvinas. Buenos
Aires: Editorial Galerna, 1982.
[7]Lorenz, Federico, Las guerras por Malvinas, Buenos Aires, Edhasa, 2006. Pág. 155
[8] Ibidem, pág. 157
[9] Cita extraída de Rosana Guber, De chicos a veteranos…, pág. 157.
[10] Los testimonios de los ex combatientes se han constituido como génesis de muchas de estas películas. Un film que ha llegado a la pantalla grande y tuvo muy buena recepción del público y la crítica fue el reciente Iluminados por el fuego. También basado en un libro que compiló relatos de la guerra – de Edgardo Esteban y Gustavo Romero Borri-, en el primer fin de semana de estreno fueron 900 personas a verla en cada una de las 52 salas que se exhibió

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Bloque 1: Mercado de Abasto



Mercado de abasto


Ficha técnica y artística.

Origen y año: Argentina, estrenada en febrero de 1955.
Duración: 90 minutos.
Dirección: Lucas Demare
Guión: Sixto Pondal Ríos y Carlos Olivari
Producción: Eduardo Bedoya
Fotografía: Francis Boeniger
Cámara: Osvaldo Falabella
Montaje: Atilio Rinaldi y Ricardo Rodríguez Nistal
Música: Lucio Demare
Asistente de producción: Héctor Olivera
Maquillaje: Roberto Combi
Peinados: Teresa Miguel
Escenografía: Germen Gelpi y Mario Vanarelli

Intérpretes

Tita Merello…………………. Paulina
Pepe Arias…………………. Lorenzo Miraglia
Juan José Míguez….…..… Jacinto Medina
Pepita Muñoz………………. Asunción
José de Angelis……………. Chino
Luis tasca…………………… Verdulero
José Ragonese……………. Rabanito
Alberto Terrones…………… Inspector de réditos
Marcelle Marcel……………. Amanda
Berta Moss…………………. esposa de Jacinto

Sinopsis

Mercado de Abasto es una comedia dramática de tinte costumbrista que gira en torno del desencuentro amoroso de sus tres personajes centrales: Lorenzo (Pepe Arias) un comerciante mayorista eterno enamorado de Paulina; Jacinto (Juan José Míguez) capitalista de juego clandestino y galán exitoso, y Paulina (Tita Merello) empleada de una puesto del mercado, que aprecia a Lorenzo pero se enamora de Jacinto. El trasfondo del conflicto sentimental está dado por la vida cotidiana en el Mercado y las relaciones humanas que allí se entablan.
Jacinto, necesitado de una pantalla legal para sus actividades clandestinas se casa con Paulina y la pone al frente de un bar; pero rápidamente se descubre su pasado, la justicia lo persigue por haberle robado dinero a su mujer. La aparición de la esposa de Jacinto y de la policía precipita la fuga del rufián, justo en el momento que Paulina confirma su embarazo. Paulina asume con entereza su condición de madre soltera con el apoyo de sus compañeros de trabajo y sobre todo con la protección de Lorenzo, quien ante la inminencia de su muerte por un infarto súbito le propone casamiento para asegurar económicamente el futuro de ella y de su hijo. El matrimonio se concreta pero Lorenzo no se muere, así que se transforma finalmente en el padre de Rabanito y en marido de Paulina. Jacinto, que ha cometido un crimen, regresa al Mercado buscando ayuda. Lorenzo y Paulina le informan de su paternidad y le ofrecen dinero para que se fugue y nunca regrese. Jacinto cae tiroteándose con la policía en el interior del mercado de abasto.


Algunas consideraciones metodológicas

Mercado de Abasto no habla del peronismo, no menciona ninguna palabra vinculada directamente con el peronismo ni plantea debate político alguno. Tampoco es una obra realizada por peronistas; no lo era su guionista, Sixto Pondal Rios, ni tampoco su director, Lucas Demare, como queda claramente demostrado en la siguiente película que realizaron juntos Después del silencio (1955), un burdo panfleto antiperonista solventado por la Revolución Libertadora.
Mercado de Abasto se menciona en general en los estudios que analizan la relación entre el peronismo y el cine. El único vinculo verificable a primera vista es que la película de Demare fue filmada en el año 1954, o sea durante la segunda presidencia de Juan Domingo Perón.
¿Por qué elegirla entonces para pensar algunos aspectos del peronismo? Porque más allá de su trama y de las intenciones de sus realizadores, es un documento de época, dado que las ideas y los valores en los que se sostiene el funcionamiento de la sociedad que muestra y las relaciones que en ella se desarrollan son representativas del imaginario social peronista.
Los valores sociales que sus personajes encarnan, las ideas que estos manifiestan, los discursos que la película pone en juego y el tipo de relaciones que muestra, representan mucho más a la sociedad a la que el film estuvo destinado que a sus realizadores, y en ese sentido es un documento para reconstruir algunas de las claves de ese momento histórico.
Mercado de Abasto nos brinda entonces la posibilidad de desarrollar un principio para nosotros muy importante: en tanto producto cultural de una cierta época, toda producción cinematográfica puede ser utilizada por el investigador o el docente para pensar y analizar las ideas, los valores y discursos de una época, convirtiéndose, más allá de las intenciones de sus realizadores, en un testimonio que puede ser interrogado con interés histórico, político y sociológico.


La presentación del espacio y el conflicto

La secuencia de títulos de la película define la geografía, el espacio en el que se va a desarrollar la historia, el lugar que va a unificar la vida de los protagonistas: el Mercado de Abasto.
La primera escena instala la película en el tono de la picaresca, producto probablemente de la fuerte presencia de Pepe Arias, que a todo le da un tono de comicidad y de liviandad que contrasta fuertemente con el cariz oscuro y dramático de la otra línea narrativa de la historia, la que se da en torno de la figura de Juan José Míguez.

En esa primera escena, en la que el eje de la trama de la película no ha sido planteado todavía, se definen dos elementos básicos: la hostilidad y el enfrentamiento entre Lorenzo y Jacinto y el clima de convivencia social dentro del espacio del mercado. Don Lorenzo se nos presenta retando en público y a los gritos a uno de sus peones, el Chino, que ha dejado caer una mercadería; pero cuando, acto seguido, Lorenzo se enfrenta con Jacinto hasta llegar casi a las manos, es el Chino quien rápidamente salta en su defensa.


La armonía de la comunidad del trabajo

En el Mercado funciona una pequeña comunidad donde se desarrollan distintos tipos de intercambios sociales: amorosos, comerciales, laborales, entre clases, legales e ilegales o deportivos. Una comunidad pequeña pero compleja, en la que pueden leerse algunas de los principios básicos que la ideología política dominante le propone a la sociedad argentina de la época.
A pesar de que sí hay diferencias de clase, al interior del mercado no hay conflictos de clase: Lorenzo, Paulina y Asunción representan tres sectores claramente diferenciados en la percepción de las ganancias de las actividades económicas del mercado. Lorenzo es un comerciante mayorista que puede regalar sin más $25.000, que es lo que vale todo el negocio de Asunción, propietaria de un puesto de comercialización de pollos, del que Paulina es empleada. Pero entre los tres el trato es de absoluta paridad, la única diferencia es que la cantidad de dinero que cada uno tiene y gana es muy distinta, pero en el universo del mercado de abasto eso no genera ninguna diferencia entre la gente.

El picnic es el momento en el que se pone de manifiesto con toda claridad la armonía de la convivencia: cada uno aporta desde sus posibilidades para organizar el disfrute colectivo. Todos los que trabajan en el mercado son parte de una gran familia, con una clara identidad colectiva, diferente de la que tienen quienes trabajan en otro espacio, el Spinetto o el mercado Del Plata. Entre los distintos grupos hay competencia, pero todos se reconocen como parte de un mismo universo, el del trabajo.
En ésta micro sociedad que la película nos muestra el trabajo es una actividad digna, que organiza la comunidad en la que no faltan ni el alimento ni la diversión, y es el punto de reunión de la vida diaria, de las relaciones de solidaridad y de los afectos y de los amores de todo el núcleo social.


Tita Merello, una mujer de época

Otro elemento interesante es el protagonismo de la mujer. Todo gira en la película en torno de Paulina, pero ella no es sólo el objeto de deseo de los personajes masculinos. Paulina es protagonista en todos los sentidos posibles: es la que manguea a Lorenzo para el picnic y le pone los puntos; es la que enfrenta a golpes a su cuñada ante el descubrimiento de la infidelidad de ésta; asume una actitud activa en la conquista de Jacinto; encara con su interpretación de Se dice de mi, la milonga de Francisco “Pirincho” Canaro, el enfrentamiento en el picnic con los rivales del mercado Del Plata; es madre soltera, trabaja y cuida a su hijo, dirige el boliche de Jacinto, le lleva los números a Lorenzo, enfrenta a Jacinto en su regreso. Es una nueva mujer, de clase obrera, rebelde, apasionada, madre, leal, inteligente.
Todas las situaciones son absorbidas y resueltas positivamente en el interior de la comunidad del Mercado y el mejor ejemplo es Rabanito, el hijo que Paulina, que se ha transformado en una madre sola por el abandono de Jacinto. En ningún momento hay una observación, una palabra o una mirada crítica o despectiva para con la madre o el chico, por el contrario, todos se pelean por él: las empleadas de otros puestos para tenerlo en brazos o jugar con el niño mientras su madre trabaja; los hombres del mercado para integrarlo como mascota a sus prácticas deportivas; don Lorenzo para criarlo como padre sustituto. Rabanito, el único niño que aparece en el ámbito del mercado -símbolo universal de futuro- es cuidado, protegido y criado por el conjunto de la comunidad.


La exterioridad del conflicto

Todos los conflictos que viven los miembros de la comunidad del mercado son provocados por elementos externos al ámbito edilicio y social. Jacinto es el principal foco de conflictividad en el apacible mundo del Abasto, primero por su encontronazo con Lorenzo; luego porque es el artífice de la pelea entre Paulina y su nuera, en parte por celos de Paulina y en parte por defender el honor del hermano engañado; pero fundamentalmente es el que engaña y abandona a Paulina. Y Jacinto, justamente, es quien no pertenece al mundo del trabajo honesto, es un capitalista del juego que maneja una organización de apuestas clandestinas. “Y usted, ¿no juega?” le pregunta Jacinto a Paulina, “no, yo trabajo” responde ella, que ya ha sido captada por la cámara en una mirada cargada de deseo sobre Jacinto, pero que igualmente marca de manera precisa la radical diferencia que los distancia.
El único conflicto que hay entre gente del mercado es por la lealtad. Paulina agarra de las mechas a Amanda cuando ésta intenta engañar a su marido. El motor del conflicto es externo y tiene nombre: Jacinto, que en la comisaría se encarga de aclarar rápidamente que él no es del Mercado.


Tres escenas para un discurso estatal

La comunidad armoniosa que constituye el mercado de Abasto se ve alterada como ya dijimos por la aparición de elementos ajenos, ya sea al espacio como a la filosofía que rige el núcleo social. Jacinto es el prototipo del agente disruptor externo, pero no es el único. El otro agente externo es el inspector de rentas, que aparece en tres escenas, -dos de la cuales tienen un alto contenido dramático- pero nunca su presencia va acompañada de un cambio del tono dramático de la narración, como sí sucede cuando Jacinto es el protagonista. Tal vez suceda así porque en la trama que Sixto Pondal Ríos y Lucas Demare definen y filman, si bien los dos son externos al espíritu de unidad del Abasto, uno es peligroso y el otro no.
La presencia del inspector de rentas está motivada porque Don Lorenzo no paga sus impuestos. La primera aparición del inspector pone clara la situación económica de Lorenzo: es un gran comerciante que ha armado un funcionamiento financiero que le permite evitar durante mucho tiempo el control del Estado. El inspector, amablemente, intenta convencerlo del carácter justo y redistributivo del accionar del Estado. Lorenzo plantea sus principios: “Yo no tengo por qué regalar lo mio”. El inspector intenta hacer docencia: ”Usted no regala nada. El Estado devuelve el dinero a los contribuyentes. En servicios públicos, los hospitales por ejemplo. Construye puentes y caminos por los que circula todo el mundo.” Y luego ataca, siempre en el marco de la retórica: ”Este año tendría que pagar alrededor de $20.000 que servirían para ayudar a mucha gente, pero usted es un egoísta que se ríe de todo eso.” Lorenzo, ofendido en su generosidad por las palabras del agente del Estado, contraataca y delante del inspector le condona a Asunción una deuda que supera los aportes impositivos anuales que debía hacer. Lorenzo muestra que lo suyo no es egoísmo sino desconfianza frente al accionar del Estado. “Usted no puede manejar los impuestos por su cuenta” cierra el inspector, en lo que va a ser la primera de una serie de clases muy instructivas acerca del rol del Estado en la redistribución de la riqueza.
Un año más tarde el inspector reaparece en una escena más problemática, ya que si bien el grado de intimidación del agente público nunca supera la amenaza verbal, Lorenzo termina sufriendo un infarto.

La tercera intervención está marcada por una situación aún más dramática, mientras Lorenzo y el inspector discuten sobre el pago de impuestos, una araña venenosa pica a Rabanito poniéndolo en riesgo de muerte. El que reacciona ante la desgracia es el inspector, que carga al niño frente al estupor familiar. En el plano siguiente estamos en un hospital público, donde cuentan con toda la tecnología y los medicamentos necesarios para salvar al hijo de Paulina. Lorenzo, delante del inspector agradece al médico, le dice que sabe que ahí no se puede pagar, que no se cobra el derecho a la salud; pero le pide que por lo menos le dé el nombre de quien donó la sangre para agradecerle. El médico le responde: “¡Vaya a saber quién es! El que da su sangre no sabe cuándo va a ser utilizada ni a quien va a salvar. Es una persona generosa a la cual lo único que le interesa es hacer el bien y ayudar a sus semejantes.” El discurso del médico completa la didáctica estatal de las tres escenas con intervención del inspector. Lorenzo pone cara y le dice al inspector que al otro día pase por su escritorio: va a poner sus impuestos al día.

La anécdota y su moraleja discurso exceden claramente el espacio de representación de la película y apuntan a la platea. Más allá del espacio cotidiano en el que nos movemos, más allá de la micro sociedad que constituye nuestras relaciones interpersonales, hay una comunidad más amplia que se articula a través del Estado; y es éste, por medio de sus políticas de recaudación y gasto publico, el que se encarga de garantizar a todos el bienestar.


Documento entre dos épocas

Es muy claro el tono de época de la película, tanto las ideas que expresan sus personajes como los conflictos que se suceden están referidos, directa o indirectamente, al discurso social del peronismo: una idea de comunidad armoniosa donde existen las diferencias sociales y de identidad, pero que se organiza, más allá de las posesiones materiales, a partir del trabajo como actividad central que dignifica a quienes la realizan. Una comunidad cuyos principales conflictos provienen desde fuera, tanto de su valores -Jacinto no vive de su trabajo, sino de la especulación y el engaño- como de su universo ideológico: la mujer de Jacinto actúa con la soberbia y el desprecio de considerarse superior y ajena a ese mundo del trabajo, se la presenta como la representante de otra clase social, que visita el mundo de los humildes accidentalmente y con la Ley de su lado. Un contrapunto fuerte con personaje de Paulina, cuyo contraste permite pensar con más claridad el rol de una mujer diferente que el personaje de la protagonista encarna.

Pero la época también se lee en lo edilicio del Mercado de Abasto y en sus múltiples significaciones sociales. De ser el centro del abasto de alimentos frescos para el consumo de la ciudad de Buenos Aires, objetivo con el que se lo inauguró el 1 de Abril de 1893, se ha transformado hoy en uno más de los grandes centros de consumo de la ciudad. La transformación de su nombre también nos muestra el cambio que nuestra sociedad ha sufrido en 50 años, ya no es un Mercado, ahora es un Shopping, un espacio donde el consumo es parte del entretenimiento, un paseo de compras. Resulta interesante pensar entonces las transformacines que en estos cincuenta años han sufrido las relaciones humanas y laborales que se desarrollan en el espacio del Abasto y que son representativas de un aspecto del cambio de la vida social argentina en el último medio siglo.


Acerca de Lucas Demare

Nació en Buenos Aires en Julio de 1910, pero se vínculo con la industria cinematográfica se originó en España en los años 30, donde era miembro de la orquesta típica que su hermano Lucio dirigía junto a Agustín Irusta y Roberto Fugazot. Tras participar en la realización de algunas películas regresa a la Argentina escapando de la Guerra Civil. En 1937 realiza su primer film como director, Dos amigos y un amor, en el que debuta Pepe Iglesias, el zorro. Su primer éxito llegó de la mano de Luis Sandrini con Chingolo. En 1941 funda junto con Francisco Petrone, Ángel Magaña, Elías Alippi, Enrique Muiño y Enrique Faustin, la productora Artistas Argentinos Asociados, que funcionará hasta 1958 produciendo una treintena de títulos dirigidos por algunos de los más importantes directores de la época como: Hugo Fregonese; Mario Soffici, Luis César Amadori, Luis Moglia Barth Tulio Demicheli y el propio Demare.
Demare dirigió 37 películas destacándose como realizador de obras de corte histórico, como Pampa bárbara (1943) que se ubica en la “campaña al desierto” de Juan Manuel de Rosas; La guerra gaucha (1942) co-dirigida junto a Fregonese, donde se trabajan un episodio de la guerra de la independencia llevada adelante en el norte por los gauchos de Güemes; Su mejor alumno (1944) sobre la vida de Sarmiento, e Hijo de hombre, conocida también como La sed, (1961) con guión de Augusto Roa Bastos, cuya acción se sitúa en la guerra Paraguayo – Boliviana. Otra temática de importante desarrollo en su obra es la vinculada a problemáticas sociales, como Zafra (1959), denuncia de la explotación en los ingenios, que cuenta con la actuación de Atahualpa Yupanqui; Detrás de un largo muro (1958), donde expone el surgimiento de villas miserias en Buenos Aires, y Los isleros (1950), acerca de la dureza de la vida en las islas del delta del Paraná. Murió en Buenos Aires en 1981.

Filmografía

Dos amigos y un amor (1937)
24 horas en libertad (1939)
Chingolo (1940)
Corazón de turco (1940)
El hijo del barrio (1940)
El cura gaucho (1941)
La guerra gaucha (1942)
El viejo Hucha (1942)
Pampa bárbara (1943)
Nunca te diré adiós (1946)
Como tú lo soñaste (1947)
La calle grita (1948)
Los isleros (1950)
La culpa la tuvo el otro (1950)
Payaso (1951)
Mi noche triste (1951)
Guacho (1954)
Mercado de Abasto (1954)
El último perro (1955)
Sangre y acero (1955)
Después del silencio (1956)
Zafra (1958)
Detrás de un largo muro (1958)
Mi esqueleto (1959)
Plaza Huincul (1960)
Hijo de hombre (1961)
La boda (1963)
Los guerrilleros (1964)
La Cigarra está que arde (1966)
Humo de marihuana (1967)
Pájaro loco (1970)
La madre María (1974)
Solamente ella (1975)


Raúl Finkel

Bloque 1: Después del silencio



Después del silencio




Ficha técnica y artística

Procedencia / año: Argentina, estrenada en septiembre de 1956.
Duración: 95 minutos
Dirección: Lucas Demare
Guión: Sixto Pondal Ríos
Montaje: Atilio Rinaldi y Ricardo Rodríguez
Fotografía: Francis Boeniger
Música original: Lucio Demare y Bernardo Stalman
Escenografía: Germán Gelpi y Mario Vanarelli
Producción: Eduardo Bedoya

Intérpretes

Arturo García Buhr ..…………… Anselmo Demarco
María Rosa Gallo…….………… Laura Garrido
Guillermo Battaglia….…………. Pablo Garrido
Mario Passano….………........... Jacinto Godoy
Enrique Fava…………….……… Comisario Portela
Pedro Laxalt…….………………. Comisario Blanco
Blanca Tapia...………..……….. Beatriz
Violeta Antier……………………. Señorita Daneri
Domingo Mania…….…………... Inspector de escuelas
Stella Mary Closas……………... Kuky


Sinopsis


Buenos Aires, primera mitad de la década del cincuenta. En una escuela pública se recibe la visita de un Inspector preocupado por el contenido del acto escolar venidero. La directora lo tranquiliza y lo lleva a presenciar la clase de la Señorita Daneri, quien hablará en la celebración. Mientras ingresan al aula, la maestra pregunta a sus alumnos sobre los principios fundamentales de la nueva Argentina, recibiendo una respuesta unánime y fervorosa. Sólo uno de los niños se mantiene cabizbajo y en silencio. La maestra le pregunta quién es el creador de la nueva Argentina, el alumno calla. Repreguntado, levanta tímidamente su rostro y contesta que no hay una nueva Argentina: “La Argentina es una sola, nació el 25 de mayo de 1810 y nadie podrá dividirla”. Furioso, el inspector ordena a la Directora acompañarlo para comenzar con las sanciones a la docente. En el aula, el niño rebelde se disculpa ante su maestra, que, avergonzada, le pide perdón y suspira por el tiempo en el que podrá enseñar libremente.
La secuencia inicial, en la que no se mencionan fechas, nombres de personal político ni gobierno, sitúa con precisión la perspectiva del relato y el tono de indignación crítica que la película destila frente al régimen peronista recientemente destituido por medio de un golpe de estado. El niño rebelde es hijo de un médico reconocido por hablar contra el gobierno. Dado que se lo amenaza con expulsar al niño de la escuela, Anselmo Demarco decide pedirle a su cuñado, un encumbrado dirigente del gobierno, que le consiga un certificado de buena conducta que las autoridades le escatiman. Hecha la gestión, el Doctor Demarco debe acudir al despacho del Comisario Portela, a cargo de una sección especial de la Policía, donde deja sus datos para la confección del permiso. Esa misma noche Portela lo llama de urgencia a su casa, en la Comisaría le informa que lo necesita para salvar a un detenido gravemente “accidentado”. Se trata de Jacinto Godoy, un obrero opositor que ha sido sometido a tremendas torturas y cuya vida corre peligro. Demarco lo atiende y lo salva y Portela le encomienda sus cuidados posteriores, amenazándolo para que no haga público el hecho. La búsqueda de la familia de Godoy complica la situación y Demarco decide hablar con la madre de su paciente secreto. Portela opta por eliminarlo y envía a sus hombres a su casa, pero Demarco se salva in extremis y consigue huir a Montevideo, donde lo recibe un grupo de compatriotas en su misma situación de exilio político y militancia opositora. Demarco escribe su historia que circula clandestinamente en pequeños folletos en Buenos Aires; denunciado, Portela le tiende una trampa y va de nuevo tras él. Pero es demasiado tarde, la revolución estalla en Córdoba y desencadena una fiesta cívica que marca el fin de la tiranía y la reconciliación de los argentinos en torno de la ley y la libertad. Las multitudes colman las calles, las cárceles se abren de par en par, los torturadores son detenidos y el matrimonio Demarco se reúne feliz en la iglesia, mientras suenan los cantos callejeros que acompañan la revolución libertadora.


Después del silencio, una lectura:
Antiperonismo ilustrado

Después del silencio no es una buena película. Este juicio no se refiere al contenido de su crítica ni a la veracidad de los hechos que expone, sino a su calidad cinematográfica. Resulta un film desprolijo y descuidado, apoyado en un guión con huecos narrativos importantes y con escaso esmero en la construcción de unos personajes que se representan mediante el trazo grueso, la declamación constante y, llegado el caso, la alocución a cámara, en un gesto grosero que intenta subrayar la intención de denuncia y propaganda que subtiende toda la obra. Comparada con el resto de la obra del director se trata, sin dudas, de unos de sus filmes menos logrados, lo que no fue obstáculo para la buena recepción del público, que saludó con su presencia masiva en las salas la obra en el momento de su estreno, a pesar de que la posteridad la ha sumido en el olvido.

No son sus valores cinematográficos los que nos invitan a recuperar y revisar un film olvidado hoy por casi todo el mundo. La intención es la de analizar algunos elementos centrales de la obra para desentrañar en ella las claves de un discurso y un imaginario profundamente antiperonista que ocupó el lugar de la historia oficial en tiempos de la autodenominada revolución libertadora y que fue apoyado por una parte importante de los sectores medios y altos de la sociedad argentina que veían su intervención en el curso de la Historia nacional como el salvataje de los verdaderos valores morales de la Nación frente a la agresión y la intrusión de un movimiento político cuyo nombre adquirió en la época la categoría oficial de impronunciable.
La anécdota sobre la que gira el film se presenta en el prólogo como verídica, aunque no se precisan detalles de cuáles son los hechos tomados de la crónica histórica y cuáles los construidos por los realizadores . Más allá de de esta cuestión, nuestro propósito es recorrer algunos elementos puntuales del film para organizar en base a ellos una reflexión histórica sobre la representación crítica del Peronismo que propone y su vinculación con el contexto de su realización.

Las figuras del régimen y de la oposición

Dada la presentación de la historia, puede inferirse que nos encontramos en los últimos meses del segundo gobierno de Perón, entre finales de 1954 y principios de 1955. El gobierno aparece en el film jaqueado por ciertos conflictos gremiales y políticos y en la prensa se hacen algunas alusiones a situaciones de persecución problemáticas que comprometen al gobierno, como el caso de Jacinto Godoy, cuya detención, tortura y desaparición temporal motivan el giro dramático de la obra y la actitud heroica del protagonista. Ya en la primera parte de la película, el clima de tensión gremial en el hospital público en el que trabaja Demarco da cuenta, desde la perspectiva del relato, de una situación de descontento y reclamo entre los trabajadores que, si bien se expone de manera contradictoria -como intentaremos analizar más adelante- informa sobre un desacuerdo fuerte entre los trabajadores y el poder político. Lo cierto es que la situación social no parece tranquila, y aunque el film no despliega mucha información en este sentido, buena parte de los elementos de su realización y de su trama sugieren que la historia tiene como fondo una sociedad oprimida, tiranizada, censurada y controlada tenazmente desde el poder.
La aventura violenta con final feliz en la que termina metido Anselmo Demarco encuentra en su camino una serie de personajes que la película propone como representativos del orden político de la época. La actuación de estos personeros del poder lleva a Demarco a extremar su oposición abierta contra el gobierno y finalmente al exilio.
Vamos a analizar en lo que sigue a los personajes que representan al gobierno y a la oposición en distintas instancias del film, intentando extraer algunas reflexiones históricas acerca de su forma de representación y del correlato con la intención de la obra.

El doctor Demarco se propone realizar una operación de urgencia en el hospital pero las enfermeras se han declarado en huelga y el delegado del sindicato, cocinero del hospital, es quien decide qué casos se atienden en el marco del paro. Si bien en un principio las enfermeras se muestran convencidas del paro y firmes en su decisión, la actitud de Demarco de operar con o sin permiso, saca a luz las dudas de las trabajadoras respecto de la situación. Murmuran entre ellas que están forzadas a parar y que les gustaría colaborar con el doctor, un par de enfermeros se solidarizan con Demarco y lo ayudan en la cirugía. En el medio de la escena se nos presenta al delegado, en actitud autoritaria, canchera y sobradora, discute con Demarco que lo desautoriza delante de las empleadas y termina lanzando en voz alta una doble amenaza: al doctor que pone en entredicho su autoridad y a las trabajadoras que se lamentan en voz baja por sentirse forzadas a no trabajar. Más allá de la presentación evidentemente despectiva del personaje, lo que no queda claro en la escena es a quién responde ese delegado. Si es un representante del sindicalismo oficialista, entonces no se explica por qué lanza una huelga y presiona por su cumplimiento; si no lo es, entonces representaría los intereses de los trabajadores, a los que, según demuestra la escena, no parece representar. Uno podría inferir que el cocinero de aspecto lamentable es un simple burócrata sindical sólo preocupado por el afianzamiento de su poder, pero la película no da cuenta de esto. Sea como sea, al igual que Demarco y que las enfermeras, pero por motivos aparentemente opuestos, el delgado actúa en la escena en contra del gobierno cuyo orden presuntamente representa.



Otra de las figuras clave del orden peronista es Pablo Garrido, el cuñado con quien Demarco sostiene una relación tirante y hostil. De nuevo la presentación del personaje no deja dudas respecto de su calidad moral. La película lo introduce haciendo turbios negocios de exportación a favor de su posición privilegiada y de sus contactos dentro del gobierno. Nunca sabremos qué cargo ocupa ni a qué se dedica exactamente. En una de las discusiones con su cuñado recuerda que pasó años “vegetando en un puestito oficial” hasta que le llegó la buena, que aprovechó para pasar a ganador, enriquecerse personalmente, vivir en una mansión lujosa, tener diversas amantes a su disposición y frecuentar cabarets en los que ni siquiera paga la cuenta. Garrido teme que los dichos de su cuñado comprometan su poder y sus negocios y lo encara para advertirle que está yendo demasiado lejos con su prédica opositora. Para convencerlo, le cuenta una breve versión de la reciente historia argentina: “Ahora nos toca ganar a los que estuvimos tanto tiempo abajo”. Y, “aunque este gobierno fuera una dictadura, como vos decís, ¿lo vas a derribar con palabras?” Argumentación ciertamente pobre para un peronista convencido. Garrido es un personaje a todas luces nefasto , según nos lo ofrece la película, a tal punto que ni siquiera él puede exponer buenas razones para apoyar a un gobierno que le ha permitido ascender social y económicamente. En las discusiones con su cuñado sus motivos son egoístas o cínicos; ningún relato social o político positivo de los años del Peronismo puede extraerse de sus palabras. Así, la presentación de Garrido, que sale de la escena abandonando a Demarco a su suerte y negándole a su propia hermana la ayuda que le suplica, es plana y monolítica. Sin motivos políticos ni sociales que exhibir, sin sentido histórico y sin solidaridad familiar, Pablo Garrido parece ser peronista sólo porque se ha enriquecido bajo el peronismo y gracias a él. Mezquina representación de un personaje importante de la obra cuyo desarrollo más amplio podría haberle sumado complejidad a la narración y a la representación histórica de los distintos sujetos que el film utiliza en la construcción de su trama. En Después del silencio ni siquiera los peronistas defienden al Peronismo.



Finalmente, Portela, el Comisario de poder autónomo, que no pertenece al cuerpo policial tradicional sino que recibe órdenes directas “de arriba”, se presenta en el film como el personaje más estrecha y directamente vinculado con el gobierno y el más salvaje de los represores. La película no escatima subrayados en la construcción del personaje; la larga sesión de picana eléctrica en primer plano sobre Godoy, que se desarrolla en su presencia y directamente bajo sus órdenes, lo definen como el sádico operador directo de la violencia del régimen sobre la oposición. No sólo eso, Portela se enfrenta también con la legalidad vigente, ante el Comisario Blanco, de la Policía Federal , que reclama por la entrega de Godoy, y ante el Juez que administra la causa, al que desobedece sin sanciones a lo largo de toda la historia, hasta que se produce su detención en el marco del golpe de estado.



Según la lógica del film, Portela puede lo que quiera en procura de eliminar la oposición y acallar a los rebeldes. Pero al cabo no puede hacer lo que quiera: la posible muerte de Godoy, su prisionero clandestino torturado, pone un límite concreto a su accionar salvaje en representación del régimen. Llegado el caso, Portela y el gobierno no pueden presentar ante la opinión pública que el obrero desaparecido ha sido asesinado por el poder. Esta instancia, por cierto muy débilmente presentada en la narración, es la que según el film obliga al Comisario a convocar de apuro a un médico que salve la vida de Godoy y le evite un problema importante con la prensa, con la opinión pública y con la oposición. Lo que de ninguna manera se sostiene en el desarrollo de la anécdota es que Portela llame en su ayuda a Demarco, reconocido opositor del gobierno que no hará más que complicar aún más su situación. Este hueco narrativo sólo se explica por la necesidad de los realizadores de llevar a Demarco a un punto límite que lo haga confrontar abiertamente con el gobierno y, de paso, cumple con la reunión de dos sujetos sociales contrarios al régimen y unidos ante la adversidad: la clase media profesional, representada por Demarco, y el obrero independiente y rebelde, encarnado por Godoy. Una solidaridad que se hará más estrecha cuando Demarco dé un paso más allá de su propia seguridad y la de su familia y, en un gesto que lo convierte definitivamente en el héroe de la historia, visite a la madre del prisionero para tranquilizarla y liberarla de su dolor.

En esta reunión social entre profesionales y obreros, a la que se suman a la largo del film el Comisario Blanco, representante de la Policía Federal, el Juez que enfrenta al poder político y busca a Godoy en las sombras del régimen, los militares opositores y la iglesia, se sintetiza el valor moral de lo que para el film constituye la verdadera Argentina, sojuzgada e invadida por un cuerpo extraño. Lo curioso de esta síntesis es que en ella no aparecen nunca los nombres de la política de la época.

¿Por qué Demarco y Godoy no se presentan como miembros de ninguna organización política concreta? El obrero podría ser perfectamente un militante comunista y el médico un sincero simpatizante del Socialismo o del Radicalismo, esto no entraría en contradicción con el contenido de sus críticas y les daría a los personajes un espesor histórico del que carecen. Pero la película los presenta como luchadores puros por la libertad que sostienen su accionar en un conjunto de ideas y de denuncias más o menos abstractas en la que la crítica estrictamente política no está presente. Porque si una de las operaciones simbólicas que el film cumple al pie de la letra es la de la eliminación del Peronismo como una fuerza política concreta, es decir, con apoyos sociales propios y acciones de gobierno específicas, la contraparte necesaria de esto es el borramiento de las fuerzas políticas que actuaron en su derrocamiento: para Después del silencio, la revolución de septiembre de 1955 no fue el producto del accionar coordinado de grupos políticos concretos con intereses definidos y convergentes, dispuestos a enfrentar al gobierno mediante las armas , sino el resultado natural de la evidente superioridad moral de una parte de la sociedad argentina que, más allá de la extracción social, la ideología y los intereses políticos, conservó su integridad y sus valores al margen de la corrupción oficial y los hizo prevalecer ni bien la situación histórica lo tornó posible. Así, representantes de todas las clases sociales, de todos los sectores considerados moralmente dignos, de las instituciones más representativas de la nación, se unieron para recuperar la república invadida temporalmente por un cuerpo extraño a su verdadera y noble naturaleza.



Sin nombrar a los partidos ni a los grupos particulares que actuaron en la escena histórica en que se desarrolla, la película evidencia finalmente que el núcleo duro de su crítica sobre el Peronismo no es político sino moral; su corolario podría resumirse así: el mal ha terminado, los buenos, sin distinción de clases, credos e ideologías, nos unimos y conseguimos expulsarlo.
“Valió la pena por nuestros hijos”, le dice Demarco a su esposa en el reencuentro final en la iglesia, intentando consolarla por las penurias sufridas. Suenan de fondo los cánticos fervorosos de tono marcial de quienes han salido a la calle a saludar la revolución. Pero el sentido de ese nuevo comienzo de la Historia que la película intenta contar –o de ese reinicio después de un triste paréntesis- sería muy distinto del que sus voces triunfales proclamaban: un país ni más libre ni menos violento.


Lo innombrable: Después del silencio
como documento de época

Leyendo entre líneas, mirando tras la escena de los conflictos y los personajes que se representan en Después del silencio, pueden encontrarse, sin mayores dificultades, muchos elementos que contribuyen a situar la película como un auténtico documento de época. Vamos a analizar en lo que sigue algunos de esos elementos para finalmente interrogar su relación con el contexto de realización, con el pasado reciente del film, en el que se sitúa la trama y con la Historia argentina, de la que se propone como un fuerte testimonio cinematográfico.

Lo primero que debemos señalar es la más que significativa ausencia de toda mención explícita de Perón o del Peronismo a lo largo de toda la obra. Incluso en los momentos de alusión más directa , la información sobre el peronismo procede de elipsis más o menos obvias. La omisión del nombre del Peronismo y de Juan Domingo Perón adquiere un valor mayúsculo a la luz de la mirada concluyente que el film destila sobre el período que lo antecedió y al que se refiere en su totalidad. Está clarísimo de qué se habla en la película y qué se dice sobre la Historia argentina, pero aquello que motiva el film no puede pronunciarse.
La prohibición del Peronismo, su proscripción política y la censura completa respecto de su mención pública formaron parte sustantiva de la perspectiva con que el inmediato orden político posperonista Interpretó su lugar en la Historia nacional y que ofreció e impuso a la sociedad para comprender el presente y el pasado reciente. “El régimen proscrito” y “el tirano prófugo”, entre otras, eran las fórmulas mediante las que se permitía aludir a aquello que no debía ser dicho. Los diálogos del film son ampliamente ilustrativos en este sentido: los personajes utilizan vericuetos de lo más retorcidos para no caer en el nivel explícito, o las conversaciones se detienen o se desvían allí donde el nombre es inevitable. De esta manera, siguiendo al pie de la letra los dictados de la censura oficial de 1956, el film traslada una parte no menor de su sentido histórico de su pasado a su propio presente de realización.

Analicemos más de cerca y reflexionemos acerca de ciertos sentidos que se desprenden de la obra: si uno de los pilares de la crítica sobre el Peronismo que el film expone es el argumento respecto de la censura y de la escasa o nula libertad de expresión que señalan varios personajes como característica central de la época peronista, no puede decirse que el nuevo orden político, del que el film es involuntariamente una pieza ejemplar, marque ningún cambio en este sentido. La maestra del hijo de Demarco, el propio doctor, las enfermeras del hospital y el obrero víctima de torturas, proclaman que no pueden decir lo que realmente sienten y piensan respecto de la realidad del país y de sus propias experiencias. Y que cuando lo hacen, un poder tiránico y dictatorial los silencia, los reprime y los castiga de diversas maneras, llegando a la más atroz: la violencia física sobre un solitario obrero opositor. Para el film, el contenido de esta crítica es contundente e irrebatible y señala a las claras la naturaleza de un gobierno que sostiene su poder en base a la intimidación, las amenazas y la violencia.


Pero el grado sumo de la denuncia que el film expone respecto del Peronismo es sin duda la práctica corriente de la tortura como medio para acallar a los opositores y anular su práctica política. Tan fuerte es en este sentido la representación, que el director filma casi en tiempo real una larga escena de tormentos con muy escasos antecedentes para el cine argentino de la época. En este sentido, la película se atreve a dar un paso más allá en el tratamiento en general discursivo que hace de su tema y avanza hacia una secuencia tremenda que se propone no dejar ninguna duda respecto de la ferocidad mayúscula del gobierno al que no puede nombrar y promover de este modo la más profunda indignación entre los espectadores.

Censura y tortura son entonces los ejes principales de la denuncia que Después del silencio despliega, a partir de una anécdota particular, sobre los años del Peronismo en el poder. Más allá del problema de la veracidad histórica de la denuncia -que no es el motivo de este artículo - la película señala a su pesar, dentro y fuera de su universo narrativo, que ninguna de las dos, ni la tortura ni la censura, se terminaron el 16 de septiembre de 1955.
Como intentamos establecer más arriba, Después del silencio es en sí misma la prueba de que no es inocente de los males que denuncia. En primer lugar, en una dimensión exterior al relato y más evidente: su título, su trama y su forma discursiva son testimonio de la censura de la que la propia película es producto . La imposición del silencio se sostiene en el tiempo, extendiéndose ahora el objeto de lo prohibido también a la práctica política. Sin quererlo, la película señala de esta forma la continuidad y la profundización histórica de una de las violencias que reprueba.

Hay un elemento aún más terminante en este mismo sentido, porque es interior al propio cuerpo narrativo del film: cuando los amigos opositores de Demarco con quienes convive en Montevideo le advierten que la carta de su esposa es una trampa que le ha tendido Portela, uno de ellos señala que el portador del mensaje es un traidor: “Nos avisaron de Buenos Aires y lo hicimos confesar anoche”. La frase no deja dudas respecto de los métodos mediante los cuales se obtuvo la confesión, extendiendo de este modo al bando propio la práctica de la tortura, el motivo principal de la crítica que organiza toda la obra. Uno puede pensar que se trata de un desliz del guión , que los realizadores no repararon en el contrasentido que esta línea implicaba respecto del conjunto de su discurso, pero lo cierto es que, más allá de las razones, se trata de un lapsus esclarecedor: dentro y fuera de la ficción, los ganadores cometen los crímenes políticos que endilgan a sus derrotados .



Así, poniendo la vista en su pasado reciente, intentando testimoniar cinematográficamente las violencias del Peronismo sobre la sociedad, la película cobra un sentido histórico muy diferente al de sus intenciones. Si Después del silencio se trata en la superficie de una denuncia vulgar y panfletaria contra el Peronismo, dentro y fuera de sus imágenes y su discurso, se constituye en un rotundo documento histórico de la revolución libertadora, de la versión del Peronismo que construyó y de su propio lugar en la Historia nacional: el argumento contra la violencia política que la organizó y le proveyó su prédica fundamental no concluye con ella, en todo caso, sólo cambia de signo para servir a otros fines.


Marcelo Scotti

Re inauguración del Blog

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